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miércoles, 10 de agosto de 2011

TRISTE REALIDAD DE LA LECTURA EN MÉXICO.


La lectura no ha sido uno de los fuertes de México. Tristemente, existen muchas personas que no saben leer, y los que sí, simplemente no lo hacen. Esto es triste, ya que la lectura es uno de los ejercicios neuronales más completos que existen; además de ser la ventana al conocimiento y aprendizaje de los expertos. México debe embarcarse en una misión para formar lectores por convicción desde jóvenes y no lectores obligados que solamente leerán por cumplir un requisito escolar. Se dice que los mejores lectores son los que lo hacen por gusto, periódicamente, y que disfrutan y aprenden de lo que leen.

Las estadísticas son contundentes, en el 2011, existen 5 millones y medio de personas que no saben leer ni escribir. El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro, califico lo anterior como un problema que involucra a los sectores público y privado, pero en especial a los jóvenes. Por otra parte, las personas que sí saben leer, no lo hacen frecuentemente. Según la UNESCO, el índice de lectura de México es de 1.2 libros por persona al año. Esa cantidad está muy por debajo de los 4 libros recomendados para promover un buen desarrollo educativo y cultural de un país. Otros datos provenientes de la UNESCO y la OCDE ubican a México en el lugar 107 de 108 países en su estudio “Hábitos de lectura”. Los resultados demuestran que existe en México una biblioteca pública por cada quince mil habitantes, y una librería por cada 200 mil habitantes. El 40% de la población no ha entrado nunca a una librería.

La lectura en México tiene varias peculiaridades. El país es el primer productor de libros en América Latina, exportándolos a Argentina, Chile y otros países de la región. En promedio, se editan 5 libros por mexicano, sin embargo el 68% de ellos son libros de texto gratuitos. A pesar de contar con este primer lugar, el 16% de los mexicanos no lee ni un solo libro al año. De nada sirve ser el mayor productor de libros, si solamente el 0.2% de la población mexicana tiene un habito de lectura. En México, los libros más populares son los de motivación personal, seguidos por la novelas, ensayos y las enciclopedias. Por otro lado, los libros menos vendidos son los de poesía, lo cual significa un gran reto para los autores de ese género, ya que solamente el 1% de ellos logra publicar su obra.

Una de las mayores complicaciones al combatir el analfabetismo es que la sociedad poco privilegiada está en zonas marginadas y de difícil acceso. Por ello, una de las mejores soluciones para combatir el problema es la educación a distancia usando la tecnología. A través de una conexión a internet y una computadora, cualquier persona sin importar su edad y sus antecedentes puede capacitarse y aprender a leer. Lamentablemente, el país sigue en un proceso de adopción de esta nueva modalidad. A falta de acceso a tecnología y convencimiento de la población (jóvenes y adultos mayores), no se ha podido adoptar del todo esta nueva forma de educación.

Por parte del gobierno, se han realizado múltiples iniciativas para impulsar el hábito de la lectura. Entre las que destacan, la feria realizada el Día Mundial del Libro. Ese día ha permitido a Conaculta realizar actividades que acerquen los libros a los lectores actuales y potenciales. Una iniciativa innovadora está teniendo lugar en Tijuana, la cual atiende a miles de personas que buscan cruzar la frontera. El programa incluye préstamos de libros a las personas que están esperando cruzar, para ello se han instalado bicicletas con libros y estantes para automovilistas y peatones de la ciudad. Otro evento importante para promover la lectura, es la famosa Feria Internacional del Libro (FIL), la cual es realizada todos los años en Guadalajara. Mediante países invitados, conferencias, firmas de autógrafos por parte de autores y stands de editoriales, la FIL ha podido posicionarse como una feria de referencia de la lectura en México.

La solución al problema está en las nuevas generaciones. Es por eso que se debe invertir en programas educativos que promuevan la lectura por placer, y enseñen a los estudiantes jóvenes el hábito de la lectura. Se dice fácil, pero es un proceso que involucra tanto a las escuelas como a los padres. Todos deben estar alineados para promover y enseñar el hábito a las nuevas generaciones, sin embargo los hábitos son generalmente emulados. Por lo cual es necesario que los padres también tengan gusto por la lectura. El proceso no es para nada rápido ni sencillo, pero los beneficios son grandes. Un país lector impacta en el nivel de educación general del mismo, la cultura y el desarrollo de un juicio crítico de la sociedad. Es una inversión a largo plazo que vale la pena hacerse por el futuro de México.

RICHIE

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