Acaba de celebrarse un aniversario de este acontecimiento, donde se recuerda a personas que se unieron, que a pesar de las diferencias supieron llegar a acuerdos, y que a pesar de las dificultades encontradas para salir adelante solo podían contar con ellos mismos como grupo, aunque al final del camino los líderes fueran traicionados.
En México tenemos un bonito poema que se llama artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que en sus últimas líneas dice: “ El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Este es el Derecho a la Revolución, que hemos “heredado”, lo malo es que no hay otra ley que nos diga cómo hacerlo, además de que es una contradicción.
Es una contradicción porque el objetivo de todo gobierno es “prevalecer” y no dar por hecho de que si “falla” entonces lleguen y lo cambien por uno mejor, pero ¿cuál es la mejor forma de gobierno?, como dice Aristóteles, depende del pueblo que quieras gobernar.
El mundo ahora está lleno de “revoluciones” en Egipto, en contra de wall street, los indignados en España, todos ellos también han descubierto que sin ser parte de un grupo, si no se trabaja en equipo no podrían lograr nada solos, otro claro ejemplo de revolución, son los estudiantes en Chile.
El mundo está moldeado gracias a las revoluciones, las más emblemáticas son las de las 13 colonias, la francesa, la que a la par de México estaba ocurriendo en Rusia, sin embargo, es fácil de notar que las condiciones actuales de la humanidad no hacen que las condiciones sean las mismas, ni que el tipo de revolución sea del tipo “armado” como uno supondría.
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